¿ CAMBIO DE VIDA ?

¡¡Qué difícil puede ser elegir un tema del que hablar en un primer post!! Así que…después de descartar cualquier cosa relacionada con viajes, consejos, opiniones sobre equipos etc… (que ya vendrán más adelante) en esta ocasión he creído conveniente remontarme a lo que podría definirse como “mis orígenes” y empezar con una pregunta de carácter casi filosófico…:

¿Puede una afición tardía cambiarte la vida?

Mi respuesta desde luego es un rotundo SÍ…. yo mismo soy el claro ejemplo de cómo una afición que durante gran parte de tu vida te resultaba ajena, puede cambiar por completo tu vida, tu forma de concebir el día a día y tu tiempo libre, cómo puede llegar a dar un vuelco repentino a tu escala de valores y sobre todo, cómo puede llevarte a descubrir un nuevo mundo de belleza que, hasta ese momento, siempre habías tenido a tu alrededor y siempre ignoraste.

Mi caso es el de una metamorfosis radical, mucho más que aquélla de Kafka y su personaje que súbitamente tornaba en cucaracha. Yo siempre había sido una persona de esas que se definen como “de ciudad” (o “urbanita“ que dirían algunos), que por ejemplo en un puente solo se planteaba ir a una bonita capital europea u otro gran núcleo urbano y que desde luego, no terminaba de entender cómo otras personas se podían interesar por planes tan aburridos como ir a disfrutar simplemente de la tranquilidad y del aire puro de una montaña…

Pues bien, tuvo que ser la fotografía la que muchos años después me descubriera la fuerza de la naturaleza en su estado más puro, el placer de perderte en un bosque, de disfrutar de un hayedo en su esplendor otoñal, de caminar por un arroyo helado en invierno, o de disfrutar de la sensación de paz y soledad de una pequeña playa al amanecer.

Mi propia mujer me recuerda atónita a menudo que no se explica cómo alguien que no quería ver ni en pintura una playa, que detestaba el salitre y la arena, que no soportaba los bichos (entiéndase “insectos”)… puede pasar en unos pocos meses a pensar únicamente en montañas, en bosques, en campos… o a ser capaz de conducir seis horas (después de trabajar) solo para poder disfrutar de un atardecer en un pequeño puerto palafítico de madera perdido en Portugal, donde para poder aguantar entre las hordas de mosquitos es necesario untarse previamente con dos botes enteros de relec…y todo ello, cargado con una mochila repleta de cachivaches, un pesado trípode y una sonrisa dibujada en la cara.

Y es que cuando sientes como esa afición ha conseguido extenderse cual virus por todo tu cuerpo, cuando notas como esa pasión bulle dentro de ti…no hay nada que la pueda frenar y es ese el momento en el que te da igual tener que caminar dos, tres o cuatro horas, haga frío o calor, si a cambio tienes la posibilidad de disfrutar de ese lugar soñado en ese momento de mágica luz que todos los fotógrafos anhelamos.

De nuevo, es la fotografía la que a mí me ha permitido mucho tiempo después de irme de mi tierra, Palencia, descubrir que durante casi 30 años he vivido en un enclave de incomparable riqueza natural sin que yo me percatara de ello… cuya máxima expresión en este caso es la “Montaña Palentina”, donde se pueden realizar infinidad de rutas entre bosques, picos y pantanos de mágicos reflejos y deleitarse también de una privilegiada visión de los majestuosos Picos de Europa.

No pasa un solo día en que no me lamente de haber vivido tanto tiempo en Palencia y no haber sabido valorar y disfrutar de ese maravilloso entorno natural, así como de esa privilegiada situación por su cercanía al norte de España, a Navarra, Vizcaya, Cantabria, Asturias o Galicia…regiones donde podemos disfrutar de auténticos lugares de ensueño que poco o nada tienen que envidiar a muchos de los rincones más visitados del planeta.

La fotografía es apasionante, tanto de día…como de noche. No hay hora mala para disfrutar de esta afición, ni tampoco lugar ya que además del paisaje tradicional que todos podemos tener en mente, las propias ciudades, la arquitectura urbana e incluso esos lugares olvidados y abandonados, también pueden ser muy atractivos si aprendemos a contemplarlos desde otra perspectiva Puedo asegurar, para quien no haya tenido nunca ocasión de hacerlo…que pocas cosas hay tan emocionantes como visitar un viejo castillo de noche y ver cómo cobra vida de nuevo en la cámara, mientras se disfruta de un manto de estrellas o incluso de una vía láctea que cae sobre él.

Este sentimiento es lo que a día de hoy intento también inculcar a mis hijos… que no dejen nunca de observar, de abrir los ojos y disponer todos sus sentidos a disfrutar de esa inmensa belleza que nos rodea, para que no les ocurra como a mí y algún día tengan que lamentarse por haberse dado cuenta demasiado tarde de ello.
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